No quiero prestarle atención a esta aburrida clase.
No quiero un semestre alterado.
No quiero hacer colas para ir a ningún lado.
No quiero montarme en el metro a las 6pm.
No quiero dejar de respirar dentro del vagón.
No quiero una reforma constitucional que implica un régimen autoritario para siempre (o hasta que todos tengamos el coraje de levantarnos y enfrentarnos a él).
No quiero seguir viendo la cara de alimañas corrosivas que hacen de funcionarios públicos en este teatro llamado vida.
No quiero repetir la misma historia una y otra vez en mi existencia. No quiero cambiar de protagonista.
No quiero romper la burbuja que ahora me protege.
No quiero vivir en el absurdo pero tampoco quiero tener que explicar indefinidamente mis emociones ni mis actos.
No quiero abrir los ojos y sentirme juzgada, sentenciada a un silencio perenne.
No quiero dejarme arrastrar por olas de inseguridad.
No quiero salir lastimada ni lastimar. No quiero pensamientos ilógicos danzando a mí alrededor.
No quiero abandonar la seguridad de las cuatro paredes de mi habitación, ni el frío que entra por la ventana.
No quiero despegarme de mi cama ni salir de los terrenos de mi inconsciente en las mañanas.
No quiero repetir el mismo discurso una y otra vez en mis parciales, no quiero divagar.
No quiero ser herida por unos números: las notas atraviesan como balas mi psique, resquebrajándola, tambaleando cada sueño, cada anhelo, demostrando que la pistola está siendo apuntada a mi sien por mi propia mediocridad, por mi insuficiencia, porque nunca nada es apto.
No quiero trabajar sólo con ideales. No quiero perder de vista lo concreto.
No quiero nada. Lo quiero todo. Tengo sueño. Voy a dormir.
No quiero un semestre alterado.
No quiero hacer colas para ir a ningún lado.
No quiero montarme en el metro a las 6pm.
No quiero dejar de respirar dentro del vagón.
No quiero una reforma constitucional que implica un régimen autoritario para siempre (o hasta que todos tengamos el coraje de levantarnos y enfrentarnos a él).
No quiero seguir viendo la cara de alimañas corrosivas que hacen de funcionarios públicos en este teatro llamado vida.
No quiero repetir la misma historia una y otra vez en mi existencia. No quiero cambiar de protagonista.
No quiero romper la burbuja que ahora me protege.
No quiero vivir en el absurdo pero tampoco quiero tener que explicar indefinidamente mis emociones ni mis actos.
No quiero abrir los ojos y sentirme juzgada, sentenciada a un silencio perenne.
No quiero dejarme arrastrar por olas de inseguridad.
No quiero salir lastimada ni lastimar. No quiero pensamientos ilógicos danzando a mí alrededor.
No quiero abandonar la seguridad de las cuatro paredes de mi habitación, ni el frío que entra por la ventana.
No quiero despegarme de mi cama ni salir de los terrenos de mi inconsciente en las mañanas.
No quiero repetir el mismo discurso una y otra vez en mis parciales, no quiero divagar.
No quiero ser herida por unos números: las notas atraviesan como balas mi psique, resquebrajándola, tambaleando cada sueño, cada anhelo, demostrando que la pistola está siendo apuntada a mi sien por mi propia mediocridad, por mi insuficiencia, porque nunca nada es apto.
No quiero trabajar sólo con ideales. No quiero perder de vista lo concreto.
No quiero nada. Lo quiero todo. Tengo sueño. Voy a dormir.