domingo, enero 24, 2010

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La noche imborrable está allí,
queda en la piel como en el papel quedan las marcas de un doblez incesante:
el ademán conocido, silencioso, casi imperceptible
y ciertas manías que caracterizan mi romántico espíritu.

Los pequeños momentos son los que más disfruto:
el vaivén de las olas en el lecho, la humedad del gesto.
El aire puro de montaña, empapado por nuestras risas, rocío de juegos de niños;
con las historias de duendes y miles de luces decorando el lugar,
esparciendo nuestras ilusiones, meramente humanas, nuestra borrachera de amor.

Y la luna ¡Dios, la luna!
Azul y blanca,
carnosa como tus labios y brillante como tus ojos,
deslumbrante… como cuando sonríes…
Observadora cómplice de este escape.

Tantas cosas que me recuerdan al mar,
es como si la luna se hubiese llenado de agua y estuviese compuesta de nuestras alegrías, de la ternura de tus caricias y la locura que nos caracteriza;
ataviada de este sentimiento que no tiene palabra, que es más grande que cualquier cosa dicha o hecha, que es tan necesario como respirar.

Las notas bajando por tu piel, el corazón saliente del pecho y tus manos...
¡chiquillo, tus manos y tus besos! ¡Y yo embriagándome de ellos, una y otra vez!

Como decirte esta noche, cariño, que no dejo de pensar en aquella luna
Que vienen a mí los momentos tan vívidos y puedo escuchar el viento y sentir el frio de la plaza,
Que puedo sentir que te respiro, que estas en cada poro de mi piel, que palpitas en cada latido de mi corazón.

Como decirte esta noche, en medio del insomnio y los recuerdos, que escribo esto… sin pies ni cabeza... solamente porque estoy pensando en ti.



martes, enero 12, 2010