jueves, diciembre 31, 2009

59min: 11horas





El 2009 exhala su último aliento y hay mucho que quiero decirle, quejas incontables, pero hay tantas cosas que quiero agradecerte -ahora- viejo año…

365 días en los que viví: me perdí (aquella grandiosa perdida del 2 de enero), soñé, volé alto, dije “Te amo” (a pesar de tener las lágrimas en la garganta), tuve miedo, volví a enloquecer con mi ángel de la perdición, acampé, me enojé, lloré, viajé, tuve pérdidas, batallas ganadas, pero sobre todo, sonreí. Sí, no te niego viejito, que algunos días quise borrarte, quise borrarme, quise acabarnos; no te niego que fue duro verlos llorar, tener que pelear o vivir en plena incomprensión con ciertos hechos, no te niego que sufrí, pero aquí estoy, aquí estamos, de pie todos, para celebrar tu muerte y el nacimiento del que entra: Soñando, volando alto, con algo de miedo, con ganas de acampar, de viajar, de conocer; con ánimos y ganas de seguir con mi ángel de la perdición (mi amada Letras), de disfrutarla siempre; con ganas de llorar (susceptibilidad por el año nuevo), con ganas de enfrentarme al mundo –y ganarle-… escribiendo, sonriendo, Amando

Espero que estos 365 días que vienen nos colmen a todos de dicha, de alegría, de libros, de inspiración y ganas de escribir, de fuerzas para seguir viviendo (y disfrutándolo), de AMOR, de una que otra lágrima por tristeza (porque de las derrotas también se aprende) y de muchas lágrimas de alegría. Queridos lectores, que aunque sean pocos son fieles, espero de corazón que nos sigamos leyendo, comprendiendo, identificando.

¡Buenos días, bebé en pañales! A ver… ¿qué me traes ahora?

Te reto a que seas mejor. Nos reto a que seamos mejores.

¡FELIZ 2010!

martes, diciembre 29, 2009

Sueños: Italia




-                     Hola… ¿cómo estás?... disculpa que te despierte…sé que es muy temprano. Tuve un sueño hermoso…

La chica se despertó en una habitación desconocida, sobresaltada por un sueño que ahora no podía recordar. Su mano tanteo la cama en busca de un acompañante, pero se encontró con el tibio vacío de quién acababa de levantarse. Somnolienta se levantó del lecho, sus ojos reaccionaron violentamente ante la luz que entraba por el ventanal.
Él, en medio de la mañana, contempla El Vesuvio, tiene su pantalón de pijamas a cuadro y anda sin camisa; ella, toma su espalda, la acaricia y empieza a darle besos pequeños, a recorrerla con los dedos, cuando él voltea, ella sonríe, él va a abrazarla y ella se le escapa de los brazos, corriendo.
Entro al baño, conteniendo una risa tonta, me cepillo -no me había dado cuenta de que cargaba su suéter puesto, vuelvo a sonreír tontamente-. Al salir del baño, él sigue allí, observando, detallando, esperando a que el gran gigante dormido emita aunque sea un ronquido. Le digo:
-                     Estamos muy lejos para que nos alcance una erupción.
Me responde:
-                     Estamos demasiado jóvenes para que nos alcance una erupción…una erupción de él en particular… Además, ya tengo a mi propio impetuoso volcán  al lado… - la observa  y la besa.
 Y empieza todo de nuevo… Los besos profundos, las mordidas en los labios, las caricias con las manos, con la lengua, la ropa en el suelo…

La noche anterior a la anterior, ella había llegado a Nápoles. Pudiéramos decir que persiguiéndolo a él (pudiéramos decirlo si quisiéramos hacer de esto una historia romántica que a él le pareciera perfecta), pero no fue así; ella había llegado antes que él, porque la parada de él en Ginebra se alargo un poco más.

La noche en que llego, la ciudad tomó forma: ya no era una superposición de postales de lugares, escritores o comidas; se transformó en algo tangible con un olor tan particular y agradable, que recordaba a la sensación de oler papel glasé en un libro.  Mientras él estaba en el baño, ella intentaba recordar qué había soñado, qué era eso que tan de repente había hecho convulsionar a su inconsciente. Cuando él salió de ducharse, ella estaba sumida en un paseo onírico, intentando desenterrar imágenes que se pierden por la conciencia.
-                     Despierta- dice él, mientras su cabello escurre agua y algunas gotas caen sobre el rostro de la chica- … despierta… - y la última vocal se transforma en un suspiro que muere en los labios de ella.

Esa noche ella “salió a bailar”. Sonaba tan extraño para ella repetir esa frase: ir a bailar. Ella, que odia los lugares pequeños, las excesivas cantidades de gente y que tiene 2 pies izquierdos, iba a bailar.  Para muchos podría significar el fin del mundo si la escuchasen.
La chica “acomplejada” olvido su “identidad”: por una noche mandó su peso al demonio, relegó su estatura, el acné o sus despeinados cabellos. Salió del hotel con ropa aireada, algo maquillada –nunca con tacones-, y con ganas de comerse al mundo. Él la esperaba en el aeropuerto y esa noche bautizarían Nápoles a su estilo.
Mientras iba en el taxi recordó en flash backs los últimos 5 años, desde los días en que daba terror y sobresalto en el estómago pensar en plural, hasta estos, en donde ser 2 mosqueteros armando el destino (buscándolo, a lo griego) es lo único que cuenta; donde se bautizan lugares y, aunque algunos días se tengan ganas de dejar de existir, la sonrisa del otro, sus abrazos, su compañía, forman las brasas que alimentan el fuego de nuestros sueños. Pensaba en cómo le saltaría encima cuando lo viese, sólo por estar 24 horas en otro pedazo de tierra lejos de ella. Recordó el café en Verona (Da Gianni trattoria), las pequeñas callejuelas de la ciudad, los teatros y la lata de galletas apretada contra el pecho, mientras caminaban tomados de la mano; sonrió. A pesar del tiempo, no sólo los recuerdos la hacían sonreír, también eran las ganas de saltarle encima, de abrazarlo, de tocarle el rostro, de besarlo. A pesar del tiempo, él seguía siendo su principal razón para sonreír.
Esa noche, se hizo cuerpo. Dejó que la música penetrara en ella,  olvidó todas sus trabas y simplemente fue libre. Se movió, provocó, lo disfrutó. Bailó hasta cansarse, fue atrevida y no necesitó sustancia alguna, él y sus ganas (sus ganas de saciarse con él), eran suficientes.  Nápoles, la Nápoles que ella se había imaginado desde que quiso ir a Italia, les pertenecía…  








"Hola… ¿cómo estás?... disculpa que te despierte…Quería contarte un sueño...", pero no se atrevió. 
Quería contarte un sueño hermoso, pero no tengo el valor, no me atrevo a relatártelo por teléfono; no ha sido el primero y sé que no será el último…Me despierto todos los días con ganas de que sean reales, de despertar así; abro mis ojos en las madrugadas con ganas de llamarte y decirte lo que estaba soñando, pero mi voz no está acostumbrada a pronunciar finales felices. 

martes, diciembre 22, 2009

365 días (síndrome de abstinencia)

El aire pesa cuando no estás, me parece un tanto asfixiante vivir así.


No paro de imaginar el olor de tu piel, el color de tus ojos, la forma en la que tus brazos calan en mi cuerpo cuando me abrazas. No dejo de repetir tu voz, los gestos del día a día, esos que contemplo con placer. Cierro los ojos y aparece tú sonrisa, que me mata, me desnuda por completo. Son las frases, las acciones, los ademanes demasiado tuyos, que me hacen sonreír, sentir que vuelo.


No hay metáfora adecuada o verso improvisado o escrito sin sentido que pueda describir lo me haces sentir. No hay palabras.


Sueño con recorrer tu espalda y tu abdomen con mis dedos, y mientras lo hago siento como bullen dentro de mí las ganas de ti. Cuando tu cabello se escapa de mis dedos y el aire contenido por un beso se transforma en gemido… despierto. Enloquecida por tu ausencia.


No me sació de ti. Eres una droga que corre por mis venas, los pensamientos presentes que se hilan en mi mente. Eres cada latido de mi corazón.


Nunca antes dije TE AMO con tanta seguridad, nunca antes dije TE AMO sabiendo lo que es el amor, esta clase de amor (pasional, incontrolable, auténtico). Nunca volveré a decir TE AMO sin pensar –aunque sea sólo por un segundo- en ti.