En el 2011 fui a Argentina por
primera vez. Quedé impresionada con lo que es para mí, con el perdón de Ángel
Rama, una ciudad letrada. En algún punto, tras esa visita o quizás antes,
decidí que quería formarme para editar: ser editor.
Esas calles donde cualquier hombre puede ser Borges |
En el 2014 visito otra vez Buenos
Aires. Ya he decidido que quiero participar, no sólo como "escritor"
(esa siga siendo mi fantasía), en la
producción y distribución de ese objeto mágico llamado libro. Después de cinco
meses trabajando en una librería y con todas las ganas de quedarme en esa
ciudad letrada, compramos en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires,
el libro "El oficio de editor" de Jaime Salinas. Esta semana lo
terminé de leer.
Feria del libro de Buenos Aires 2014 |
Terminarlo es escuchar la reiteración de una idea: hacerme parte de la creación, producción, distribución, venta y promoción del libro es algo que amo hacer.
No había terminado de leer esa
conversación entre Jaime Salinas y Juan Cruz, un encuentro en el que todo
lector quisiera estar en cuerpo presente para escuchar y observar, quizás por
el temor de que acabase rápido el libro, quizás porque temo (temía) que no
fuese el oficio para mí y que, en un arrebato romántico, me haya empecinado en
una idea que no pudiese lograr. Puedo decir, después de leerlo, que aún no sé
si seré editor pero sé que quiero y por alguna razón siento que estoy cerca.
Cerca, cerca: Librero.
Yo vendo libros. Esa labor, ese
oficio, llegó
sin quererlo y sin saberlo y leer las respuestas de este editor me ha
recordado, otra vez, que estoy allí, en medio del huracán y aunque siento que
me falta muchísimo para hacer bien este respetable oficio, soy parte del mercado
imprevisible, extraño y complejo que implica un libro, bien sea literario o no.
Quisiera compartir algunas citas que me gustaron del libro. Partiendo de sus partes: “El editor” y “El otro Salinas”, lo que yo llamo “La vida del editor” y “La vida en sí”. En ambas partes, Salinas se repite: estar en este mundo, hacer cultura, implica un compromiso, una manera de hacer las cosas que sea consecuente con el mundo en el que se quiere vivir, con el libro que te gustaría leer. Gracias a sus palabras rectifico porque quiero seguir en esto: editar para recuperar el pasado, hacer presente e ir descubriendo y construyendo futuro. Ser un alquimista del lenguaje y, a través de la edición, del tiempo.
“Un editor es (o mejor dicho, era)
una especie de go-between, de
intermediario, entre el escritor y el lector, el que tiene por una parte,
contacto con la persona que escribe y, a su vez, traslada o traduce esa
escritura a un objeto encuadernado, impreso, con letras, cuyo destino es ser
leído por una, dos o un millón de personas”. (Salinas, pág. 35)
“En
cierto modo, es un oficio extraño, el editor. A veces es muy gratificante e
incluso divertido. Por otra parte, requiere una entrega total, eso tú lo debes
saber como nadie. Es un oficio que no necesita ni hacer una carrera, ni estudiar
nada en ningún sitio, ni tener especiales conocimientos de nada, aunque ahora,
como para todo, se han creado másteres para hacerse editor. En realidad, la
simple atracción hacia un libro, el hecho de haber estado cerca de los libros
toda la vida, es posible que baste y sobre”. (Salinas, pág. 39)
“Creo
que editar es también estar dispuesto a tener varias frustraciones”. (Cruz,
pág. 40)
“Creían
en la literatura, en la palabra como punto de partida de la civilización. El
libro era el gran vehículo de enriquecimiento de la sensibilidad, de la
imaginación, de la justicia y de la libertad”. (Salinas, pág. 65)
“La
edición debe mantener vivo el pasado e ir descubriendo futuros” (Salinas, pág.
71)
“Cruz
La
verdad es que, si nos fijamos en el mundo editorial para definir el estado de
la cultura en España, el panorama es bastante desolador.
Salinas
No
te preocupes, ya es desolador en todo el mundo. Inevitablemente, hemos entrado
en el circuito de la sociedad de consumo; una vez adentro ¿cómo salir de él?”.
(Pág. 74)
“Aunque
yo he sido un lector tardío, el libro es la fuente que alimenta tu
sensibilidad, hace que te descubras a ti mismo y que descubras mundos. Pero en
un mundo sin agua y bosques no pude haber libros. Se tienen que hacer con agua
y bosques en los que se esconden los Borges. En contraste con otros medios de
conocimiento, como la televisión o el cine, el libro ha mantenido su mitología,
porque tiene un valor del que carecen esas otras formas de expresión; la
lectura sigue siendo un acto íntimo y personal, probablemente el único que nos
quede. La televisión te obliga a tener un televisor, electricidad y una antena.
El libro es sencillamente un objeto que te cabe en la mano, que puedes llevar
contigo y leer en cualquier lugar. No necesita más” (Salinas, pág. 79)
La vida en sí
Leer este libro es, obviamente, descubrir a Jaime Salinas. Siempre que leo sobre el franquismo, como bien se ve en este libro, recuerdo lo que he vivido en los últimos diez años y viene a mi mente una cita (perdón por la desmemoria) que decía algo como que "Todas las dictaduras son iguales". Sé que todas son iguales, las diferencia el grado terrible de muertes y maneras, pero todas hieren.
Entre el franquismo y el chavismo,
para mí, se muestra la misma barbarie, el mismo destronamiento cultural, el
mismo exilio. Ojo, hago estas afirmaciones irresponsables porque no sé
históricamente, con base académica, del franquismo y porque ciertas
afirmaciones de Salinas, no sólo de él
sino de otros autores, me hacen pensar en esto.
Cito un par de respuestas que me
recuerdan mucho a mi situación actual:
“En el exilio los demás vivían
obsesionados con España. Aunque siempre me ha dolido España; parece una
fatalidad que nos duela siempre algo”. (Salinas, pág. 156)
“El régimen franquista, a través de
la censura y la represión, redujo el nivel cultural de este país a unas cotas
inimaginables. (…) Esto un país lo paga muy caro, porque luego hay que empezar
de cero”. (Salinas, pág. 157)
“Pero yo, como buen español, nací pesimista. Creía que el franquismo iba a durar
muchísimo (no me equivoqué). Incluso creía que después de que muriera Franco lo
que seguiría sería algo muy parecido (afortunadamente me equivoqué)”. (Salinas,
pág. 195)
El exilio es una condición que,
aunque nos cueste entender en todo su significado y nos parezca liviano decirlo,
puede ser interna. Tu país duele, duelen sus letras, sus paisajes, estés en él
o no, te sientas parte de él o no.
Esta tormenta lleva mucho rato y el
libro sirve, a veces, de paraguas. Quizás por eso quiero llevar este paraguas,
estas ganas de hacer paraguas, a un sitio donde pueda convertirlo en sombrilla.