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domingo, septiembre 11, 2016

Sobre la vida como editor y la vida en sí

En el 2011 fui a Argentina por primera vez. Quedé impresionada con lo que es para mí, con el perdón de Ángel Rama, una ciudad letrada. En algún punto, tras esa visita o quizás antes, decidí que quería formarme para editar: ser editor.

Esas calles donde cualquier hombre puede ser Borges

En el 2014 visito otra vez Buenos Aires. Ya he decidido que quiero participar, no sólo como "escritor" (esa siga siendo mi fantasía),  en la producción y distribución de ese objeto mágico llamado libro. Después de cinco meses trabajando en una librería y con todas las ganas de quedarme en esa ciudad letrada, compramos en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el libro "El oficio de editor" de Jaime Salinas. Esta semana lo terminé de leer.
Feria del libro de Buenos Aires 2014

Terminarlo es escuchar la reiteración de una idea: hacerme parte de la creación, producción, distribución, venta y promoción del libro es algo que amo hacer. 

No había terminado de leer esa conversación entre Jaime Salinas y Juan Cruz, un encuentro en el que todo lector quisiera estar en cuerpo presente para escuchar y observar, quizás por el temor de que acabase rápido el libro, quizás porque temo (temía) que no fuese el oficio para mí y que, en un arrebato romántico, me haya empecinado en una idea que no pudiese lograr. Puedo decir, después de leerlo, que aún no sé si seré editor pero sé que quiero y por alguna razón siento que estoy cerca.

Cerca, cerca: Librero.

Yo vendo libros. Esa labor, ese oficio, llegó sin quererlo y sin saberlo y leer las respuestas de este editor me ha recordado, otra vez, que estoy allí, en medio del huracán y aunque siento que me falta muchísimo para hacer bien este respetable oficio, soy parte del mercado imprevisible, extraño y complejo que implica un libro, bien sea literario o no.

Quisiera compartir algunas citas que me gustaron del libro. Partiendo de sus partes: “El editor” y “El otro Salinas”, lo que yo llamo “La vida del editor” y “La vida en sí”. En ambas partes, Salinas se repite: estar en este mundo, hacer cultura, implica un compromiso, una manera de hacer las cosas que sea consecuente con el mundo en el que se quiere vivir, con el libro que te gustaría leer. Gracias a sus palabras rectifico porque quiero seguir en esto: editar para recuperar el pasado, hacer presente e ir descubriendo y construyendo futuro. Ser un alquimista del lenguaje y, a través de la edición, del tiempo.

“Un editor es (o mejor dicho, era) una especie de go-between, de intermediario, entre el escritor y el lector, el que tiene por una parte, contacto con la persona que escribe y, a su vez, traslada o traduce esa escritura a un objeto encuadernado, impreso, con letras, cuyo destino es ser leído por una, dos o un millón de personas”.  (Salinas, pág. 35)

“En cierto modo, es un oficio extraño, el editor. A veces es muy gratificante e incluso divertido. Por otra parte, requiere una entrega total, eso tú lo debes saber como nadie. Es un oficio que no necesita ni hacer una carrera, ni estudiar nada en ningún sitio, ni tener especiales conocimientos de nada, aunque ahora, como para todo, se han creado másteres para hacerse editor. En realidad, la simple atracción hacia un libro, el hecho de haber estado cerca de los libros toda la vida, es posible que baste y sobre”. (Salinas, pág. 39)

“Creo que editar es también estar dispuesto a tener varias frustraciones”. (Cruz, pág. 40)

“Creían en la literatura, en la palabra como punto de partida de la civilización. El libro era el gran vehículo de enriquecimiento de la sensibilidad, de la imaginación, de la justicia y de la libertad”. (Salinas, pág. 65)

“La edición debe mantener vivo el pasado e ir descubriendo futuros” (Salinas, pág. 71)

“Cruz
La verdad es que, si nos fijamos en el mundo editorial para definir el estado de la cultura en España, el panorama es bastante desolador.

Salinas
No te preocupes, ya es desolador en todo el mundo. Inevitablemente, hemos entrado en el circuito de la sociedad de consumo; una vez adentro ¿cómo salir de él?”. (Pág. 74)

“Aunque yo he sido un lector tardío, el libro es la fuente que alimenta tu sensibilidad, hace que te descubras a ti mismo y que descubras mundos. Pero en un mundo sin agua y bosques no pude haber libros. Se tienen que hacer con agua y bosques en los que se esconden los Borges. En contraste con otros medios de conocimiento, como la televisión o el cine, el libro ha mantenido su mitología, porque tiene un valor del que carecen esas otras formas de expresión; la lectura sigue siendo un acto íntimo y personal, probablemente el único que nos quede. La televisión te obliga a tener un televisor, electricidad y una antena. El libro es sencillamente un objeto que te cabe en la mano, que puedes llevar contigo y leer en cualquier lugar. No necesita más” (Salinas, pág. 79)


La vida en sí


Leer este libro es, obviamente, descubrir a Jaime Salinas. Siempre que leo sobre el franquismo, como bien se ve en este libro, recuerdo lo que he vivido en los últimos diez años y viene a mi mente una cita (perdón por la desmemoria) que decía algo como que "Todas las dictaduras son iguales".  Sé que todas son iguales, las diferencia el grado terrible de muertes y maneras, pero todas hieren.

Entre el franquismo y el chavismo, para mí, se muestra la misma barbarie, el mismo destronamiento cultural, el mismo exilio. Ojo, hago estas afirmaciones irresponsables porque no sé históricamente, con base académica, del franquismo y porque ciertas afirmaciones de Salinas,  no sólo de él sino de otros autores, me hacen pensar en esto.

Cito un par de respuestas que me recuerdan mucho a mi situación actual:

“En el exilio los demás vivían obsesionados con España. Aunque siempre me ha dolido España; parece una fatalidad que nos duela siempre algo”. (Salinas, pág. 156)

“El régimen franquista, a través de la censura y la represión, redujo el nivel cultural de este país a unas cotas inimaginables. (…) Esto un país lo paga muy caro, porque luego hay que empezar de cero”. (Salinas, pág. 157)

“Pero yo, como buen español, nací pesimista. Creía que el franquismo iba a durar muchísimo (no me equivoqué). Incluso creía que después de que muriera Franco lo que seguiría sería algo muy parecido (afortunadamente me equivoqué)”. (Salinas, pág. 195)

El exilio es una condición que, aunque nos cueste entender en todo su significado y nos parezca liviano decirlo, puede ser interna. Tu país duele, duelen sus letras, sus paisajes, estés en él o no, te sientas parte de él o no.

Esta tormenta lleva mucho rato y el libro sirve, a veces, de paraguas. Quizás por eso quiero llevar este paraguas, estas ganas de hacer paraguas, a un sitio donde pueda convertirlo en sombrilla. 

domingo, agosto 21, 2011

Divagaciones: Permítaseme ser cursi


El amor no es una carrera contra el tiempo. Los amantes miden a cronos para regocijarse, enorgullecerse de ese sentimiento que crece con el paso de los días, que tiene bajas y altas. Podría decirse que el amor es como una montaña: tiene partes accidentadas, cambios de clima, puede darte miedo o brindarte un increíble bienestar, darte seguridad y paz.

Todos los seres humanos comparamos el amor con cosas tangibles, comparamos su proceso, sus maneras, con casi todo; el amor puede ser un mar revoltoso en noches de luna llena o mar calmado, pacífico, puede ser un camino con curvas, un jardín, un cielo… Vivimos la vida comparando el amor porque no podemos definirlo, nos arrebata palabras e incluso gestos. También vivimos trazándonos metas, imaginándonos el futuro, el final de todo… Sin embargo, deseamos y esperamos que el amor sea para siempre, que no muera, demostrándonos que somos inevitablemente contradictorios.

Decía al comienzo que el amor no es una carrera, no posee un final estipulado que deseemos alcanzar, al menos que busquemos la felicidad absoluta y bien sabemos que es imposible conseguirla –no conozco a ningún muerto que se haya regresado para decir que la conoció-. Si continúo con mi imagen de la montaña comprendo que lo importante es no dejar que nuestra montaña muera: muchas veces es difícil mantenerla en pie, respirando o en movimiento pero debemos cuidarla, evitar la desforestación, confiar en su terreno, crear senderos con el paso del tiempo, hacerla fuerte en su base –que ni un terremoto pueda arrancarla de la tierra- pero flexible a los cambios de ambiente. Sabemos que la vida no nos va a ayudar, que es demasiado complicada, pero debemos recordar que para eso existen las montañas: para darnos calma en momentos de angustia, para que con una mirada baste.

Todo esta perorata tiene como fin explícito declarar mi alegría por vivir en esta montaña, que algunas veces puede ser rusa, el Everest o el Monte Olimpo, que se ve reflejada en tu actitud cuando vamos al Ávila y siento que ya no puedo más, pero sé que tu cuerpo entero está allí para apoyarme, para sostenerme. Gracias por ayudarme a crear esta maravillosa montaña, nuestra montaña.