domingo, agosto 21, 2011

Divagaciones: Permítaseme ser cursi


El amor no es una carrera contra el tiempo. Los amantes miden a cronos para regocijarse, enorgullecerse de ese sentimiento que crece con el paso de los días, que tiene bajas y altas. Podría decirse que el amor es como una montaña: tiene partes accidentadas, cambios de clima, puede darte miedo o brindarte un increíble bienestar, darte seguridad y paz.

Todos los seres humanos comparamos el amor con cosas tangibles, comparamos su proceso, sus maneras, con casi todo; el amor puede ser un mar revoltoso en noches de luna llena o mar calmado, pacífico, puede ser un camino con curvas, un jardín, un cielo… Vivimos la vida comparando el amor porque no podemos definirlo, nos arrebata palabras e incluso gestos. También vivimos trazándonos metas, imaginándonos el futuro, el final de todo… Sin embargo, deseamos y esperamos que el amor sea para siempre, que no muera, demostrándonos que somos inevitablemente contradictorios.

Decía al comienzo que el amor no es una carrera, no posee un final estipulado que deseemos alcanzar, al menos que busquemos la felicidad absoluta y bien sabemos que es imposible conseguirla –no conozco a ningún muerto que se haya regresado para decir que la conoció-. Si continúo con mi imagen de la montaña comprendo que lo importante es no dejar que nuestra montaña muera: muchas veces es difícil mantenerla en pie, respirando o en movimiento pero debemos cuidarla, evitar la desforestación, confiar en su terreno, crear senderos con el paso del tiempo, hacerla fuerte en su base –que ni un terremoto pueda arrancarla de la tierra- pero flexible a los cambios de ambiente. Sabemos que la vida no nos va a ayudar, que es demasiado complicada, pero debemos recordar que para eso existen las montañas: para darnos calma en momentos de angustia, para que con una mirada baste.

Todo esta perorata tiene como fin explícito declarar mi alegría por vivir en esta montaña, que algunas veces puede ser rusa, el Everest o el Monte Olimpo, que se ve reflejada en tu actitud cuando vamos al Ávila y siento que ya no puedo más, pero sé que tu cuerpo entero está allí para apoyarme, para sostenerme. Gracias por ayudarme a crear esta maravillosa montaña, nuestra montaña. 

1 comentario:

  1. Que hermosa montaña, el sueño de todo romántico alpinista jeje... hermoso escrito...

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