La calina envuelve el parque, el olor a quemado es la huella perceptible de la destrucción natural, molestándome en los sentidos, recordándome…
- Escribe sobre algo
- ¿sobre qué?
- El fin del mundo…no lo sé…
El columpio se detiene. Observo la belleza de la nada e imagino un mundo destruido.
- …escribe sobre la nube de polvo que envuelve la ciudad y los condenados movimientos de tierra…y… ¡las olas gigantes!¡¡eso, eso, eso!! ¡grietas por doquier, gritos y….
- …y la nada
Por un segundo pienso en un mundo vacío: sin sentido, sin 7.000 millones de personas consumiéndolo, hueco, vencido… ¿o sería un mundo vencedor si eso sucediera?
- Te entristece pensar en un mundo así, es tonto ahora que lo escucho: siempre andas diciendo “todos deberían morirse” “¿cuándo sucederá el gran cataclismo?” “ojalá no existieran los humanos” “ojalá no existiera yo” y ahora te pones a pensar en un mundo así y terminas entristeciéndote… Sinceramente, tu estupidez no tiene magnitud.
El columpio sonó de nuevo. Dos chirridos unísonos y una brisa caliente acariciando el concreto.
- No te gusta que te digan la verdad…El constante enigma de la identidad acechándote y cuando vislumbras una respuesta te palidecen las mejillas. Tonta.
- La vida se pasea en el sonido de las hojas al caer
- ¿Con qué clase de filosofía barata o poesía mala quieres convencerme?
- Mmm… ¿filosofía de la sospecha?
El cielo se puso repentinamente gris y hubo una especie de rápido apagón en los edificios del frente.
- Deberías escribir sobre él
- ¿sobre El?
- ¡No! Sobre él. El que siempre está, el protagonista de casi todas tus ficciones…ya sabes, esas sensuales y con finales felices…
Una risa juvenil, irónica, sonó entre las fisuras de un parque olvidado.
- ¿qué puedo decir sobre él?
- Mmm… ¿cómo era que decía?... a sí
Dentelladas desaforadas intentando morder el aire
- Detente…
- ¿por qué?
- No soy poeta… No sé qué digo
- ¿quién dijo que tenías que serlo para escribir? Sigue… o sigo yo…
- Con dentelladas desaforadas intentando morder el aire
sumergido en el mar de tu cuerpo, el vaivén de las olas
y mis dientes aferrándose a tus hombros, a tu piel
El gemido ahogado, con vehemencia incrementa la fuerza
a punto de fundirnos en un solo ser
La noche sin luna, sin estrellas, siendo siempre noche
Oscuridad, respiro, suspiro,
sudor, calor, deseo
No nos detenemos ante nada
la tentación de lo oscuro
las pulsaciones de la lujuria
pecado, pecado, tu nombre conserva el género…
El columpio deja de sonar, como si acabase de despertar de un trance, ella se levanta. Una conversación con la vocecilla, con la consciencia lejana o quizás con el inconsciente presentado (dejando de ser inconsciente), siempre deja de esa manera: desorbitado, algo apocalíptico, amoral, descarnado y completamente carnal al mismo tiempo, sombrío…