Escribo cartas de
amor desde que tengo memoria: a un ídolo infantil, a mi amor platónico, a mi
perro, a mi madre, a mis amigos, a ti.
Escribo cartas de
amor –ahora mails, mensajitos de texto, entradas en un blog, estados y notas de
facebook- porque no concibo un mundo donde intentar definir, cercar, expresar
un sentimiento no sea posible. La palabra es memoria y libertad.
Vuelvo a este blog
con lo que se supone será una carta de amor o una de regreso o una de
despedida. Uno nunca sabe muy bien donde van a terminar las cartas de amor o
las palabras que la forman. Escribo, insisto, por un no sé qué que uno lleva
dentro y que me hace regresar a este espacio para demostrar que hay promesas
que sí se cumplen. Cosas de caballeros, dicen.
Dejé de publicar
hace dos años por miedo, por la falsa creencia de no lectores, por excusas
tontas como el tiempo. Cronos, invención del hombre, nos fastidia
continuamente. Y hoy regreso con la
intención de escribir una carta de amor.
Quiero decir en una
frase todo lo que sucede cuando me miras, todo lo que se rompe cuando imagino
tu ausencia pero no puedo. Una vez, hablando de Rilke en una clase, la
profesora María Fernanda dijo –voy a parafrasear- “No escriban poemas de amor si no pueden
convertir al sujeto amoroso en la Beatriz de Dante: todas las mujeres que amamos
son nuestra Beatrice”, dijo -o eso entendí- que no podíamos escribir
poemas de amor si no convertíamos nuestro poema en algo universal, capaz de
conmover incluso a los que no se enamoran (o eso dicen ellos).
Llevo más de cuatro
años escribiendo poemas de amor y, hace un tiempo, empezó a perseguirme la idea
de que mis poemas no representaban el
amor (universal, indiscreto, doloroso y real), sólo representaba lo que nos
inmiscuía a nosotros, lo que corresponde a dos amantes, como diría el Sr. Montejo.
Quizás por eso decirte que me duele el alma cuando te imagino lejos o que
tiemblo cuando me abrazas sea algo imposible de escribir. No recomendaría a
nadie que dejase de escribir poemas de amor pero sí le diría: guárdatelos un
rato, deja que la emoción pase y léelos otra vez. Yo jamás publicaría poemas de
amor que escribí hace 10 años.
Escribir, cuando
realmente es un oficio del que se tiene conciencia, es algo complicadamente difícil
(por no decir “escoñetadamente”, palabra que hiere un poco nuestro idioma). Escribir
cartas de amor debe ser aún más complejo, así como escribir poemas de amor,
quizás por ello haya decido abandonar este espacio. Mis versos, o lo que ellos
quisieran ser, no llegan jamás a la marea de emociones que surgen cuando leemos
“Toda mujer que amamos se vuelve Manoa/ sin darnos cuenta.” del gran Montejo o “Estar contigo o no estar
contigo,/es la medida de mi tiempo” de Borges. Hay demasiados poemas que podría
dedicarte, cada vez que hallo uno siento que redescubro el mundo, lo mismo pasa
con las canciones, con los fragmentos. Creo que aún no encuentro fotografías de
otros que pudiera dedicarte, quizás amo demasiado la palabra.
En fin, quería
escribir una carta de amor, algo que dijese “Those three words/ Are said too much/ They're
not enough” o que mi vida empezó justo cuando te acercaste y no me saludaste,
todas esas cosas melodramáticas que cualquier buen escritor destetaría y
cualquier físico contraargumentaría. Así que solo digo: acá está mi blog y
volveré a escribir en él, no sé si poemas de amor o poemas que intenten ser,
pero escribiré porque "la poesía es la última religión que nos queda".