jueves, diciembre 11, 2014

10 y 6


"En efecto, Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado. Resolvió reducir cada una de sus jornadas pretéritas a unos setenta mil recuerdos, que definiría luego por cifras. Lo disuadieron dos consideraciones: la conciencia de que la tarea era interminable, la conciencia de que era inútil. Pensó que en la hora de la muerte no habría acabado aún de clasificar todos los recuerdos de la niñez.”
                                                                                         Funes el memorioso, Jorge Luis Borges



No soy Ireneo Funes, no tengo tanta capacidad para redibujar el mundo. Recuerdo muchísimas cosas (las más inútiles) y soy una maniática de las fechas, siempre las celebro, así sean tristes, las recuerdo. A veces parece imprescindible.

Hoy mi memoria rescata dos fechas particulares: el pasado 06 de diciembre se cumplió un año desde que entré a trabajar en la Librería El Buscón, un hecho que ha marcado mi manera de aprehender el mundo y del que hablaré pronto, en otro texto. También se celebrará pronto mi cumpleaños y para iniciar las fiestas, una chica maravillosa –la chica del sueño febril– me regaló una entrada al concierto de Fito. Al final, por cuestiones de coincidencias maravillosas –no existe la casualidad, solo existe lo inevitable– también fue L (L, hace mucho tiempo que no lo llamo así).

El pasado domingo 07, bajo una luna muy similar a aquella luna de la que quiero hablar, Fito Páez volvió a recordarme porqué me encanta, porqué caigo rendida ante el hechizo de su música, porqué sus letras se vuelven mi estandarte.

Nuestro 10 y 6

Era una de las zonas menos agraciada de Caracas (ahora, una de las más peligrosa). Quién sabe cuánto tiempo tenías sin entrar al teatro, yo había ido un par de veces ese año pero nunca al Laboratorio Ana Julia Rojas (creo que nunca volví a ir).  Era miércoles, como hoy.

Los parlamentos correctos (lectura dramatizada de Diálogos con Leucó de Cesare Pavese), el montaje adecuado y mi conversa interna con los dioses. Dionisos y Démeter discutían sobre la muerte, se burlaban un poco pero nos pensaban y yo los entendía.  No recuerdo si fue al salir o al entrar, cuando supe que querías darme un beso y el pánico se apoderó de mis rodillas.

En el murito, con las rodillas contra el pecho, contemplaba el edificio de muchos pisos, la decoración navideña, la luna. No sabía que ese mismo lugar, esta misma ciudad, 6 años después, también me daría pánico pero de manera muy distinta. Quise retrasar el beso, esperar dos días, dejar que los dioses jugaran un rato.

Siempre me imaginé en un teatro, apretando la mano del chico que deseaba, y que también me deseaba a mí, ese 10 se cumplió parte de lo imaginado. Durante 6 años el teatro ha cambiado de forma, de nombre, ahora se llama Teatro Colón, siempre –en mi cabeza– se ha llamado The Globe Theatre, o, simplemente, un montaje callejero en una ciudad fría, donde podamos recordar que los dioses dialogaron, que sus voces nos alcanzaron.



1 comentario:

¡Hola! Gracias por leer y comentar, POR FAVOR DEJA TU NOMBRE O UN SEUDÓNIMO y no te reprimas: vive la libertad después de todo es una página en blanco.