domingo, septiembre 11, 2016

Sobre la vida como editor y la vida en sí

En el 2011 fui a Argentina por primera vez. Quedé impresionada con lo que es para mí, con el perdón de Ángel Rama, una ciudad letrada. En algún punto, tras esa visita o quizás antes, decidí que quería formarme para editar: ser editor.

Esas calles donde cualquier hombre puede ser Borges

En el 2014 visito otra vez Buenos Aires. Ya he decidido que quiero participar, no sólo como "escritor" (esa siga siendo mi fantasía),  en la producción y distribución de ese objeto mágico llamado libro. Después de cinco meses trabajando en una librería y con todas las ganas de quedarme en esa ciudad letrada, compramos en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, el libro "El oficio de editor" de Jaime Salinas. Esta semana lo terminé de leer.
Feria del libro de Buenos Aires 2014

Terminarlo es escuchar la reiteración de una idea: hacerme parte de la creación, producción, distribución, venta y promoción del libro es algo que amo hacer. 

No había terminado de leer esa conversación entre Jaime Salinas y Juan Cruz, un encuentro en el que todo lector quisiera estar en cuerpo presente para escuchar y observar, quizás por el temor de que acabase rápido el libro, quizás porque temo (temía) que no fuese el oficio para mí y que, en un arrebato romántico, me haya empecinado en una idea que no pudiese lograr. Puedo decir, después de leerlo, que aún no sé si seré editor pero sé que quiero y por alguna razón siento que estoy cerca.

Cerca, cerca: Librero.

Yo vendo libros. Esa labor, ese oficio, llegó sin quererlo y sin saberlo y leer las respuestas de este editor me ha recordado, otra vez, que estoy allí, en medio del huracán y aunque siento que me falta muchísimo para hacer bien este respetable oficio, soy parte del mercado imprevisible, extraño y complejo que implica un libro, bien sea literario o no.

Quisiera compartir algunas citas que me gustaron del libro. Partiendo de sus partes: “El editor” y “El otro Salinas”, lo que yo llamo “La vida del editor” y “La vida en sí”. En ambas partes, Salinas se repite: estar en este mundo, hacer cultura, implica un compromiso, una manera de hacer las cosas que sea consecuente con el mundo en el que se quiere vivir, con el libro que te gustaría leer. Gracias a sus palabras rectifico porque quiero seguir en esto: editar para recuperar el pasado, hacer presente e ir descubriendo y construyendo futuro. Ser un alquimista del lenguaje y, a través de la edición, del tiempo.

“Un editor es (o mejor dicho, era) una especie de go-between, de intermediario, entre el escritor y el lector, el que tiene por una parte, contacto con la persona que escribe y, a su vez, traslada o traduce esa escritura a un objeto encuadernado, impreso, con letras, cuyo destino es ser leído por una, dos o un millón de personas”.  (Salinas, pág. 35)

“En cierto modo, es un oficio extraño, el editor. A veces es muy gratificante e incluso divertido. Por otra parte, requiere una entrega total, eso tú lo debes saber como nadie. Es un oficio que no necesita ni hacer una carrera, ni estudiar nada en ningún sitio, ni tener especiales conocimientos de nada, aunque ahora, como para todo, se han creado másteres para hacerse editor. En realidad, la simple atracción hacia un libro, el hecho de haber estado cerca de los libros toda la vida, es posible que baste y sobre”. (Salinas, pág. 39)

“Creo que editar es también estar dispuesto a tener varias frustraciones”. (Cruz, pág. 40)

“Creían en la literatura, en la palabra como punto de partida de la civilización. El libro era el gran vehículo de enriquecimiento de la sensibilidad, de la imaginación, de la justicia y de la libertad”. (Salinas, pág. 65)

“La edición debe mantener vivo el pasado e ir descubriendo futuros” (Salinas, pág. 71)

“Cruz
La verdad es que, si nos fijamos en el mundo editorial para definir el estado de la cultura en España, el panorama es bastante desolador.

Salinas
No te preocupes, ya es desolador en todo el mundo. Inevitablemente, hemos entrado en el circuito de la sociedad de consumo; una vez adentro ¿cómo salir de él?”. (Pág. 74)

“Aunque yo he sido un lector tardío, el libro es la fuente que alimenta tu sensibilidad, hace que te descubras a ti mismo y que descubras mundos. Pero en un mundo sin agua y bosques no pude haber libros. Se tienen que hacer con agua y bosques en los que se esconden los Borges. En contraste con otros medios de conocimiento, como la televisión o el cine, el libro ha mantenido su mitología, porque tiene un valor del que carecen esas otras formas de expresión; la lectura sigue siendo un acto íntimo y personal, probablemente el único que nos quede. La televisión te obliga a tener un televisor, electricidad y una antena. El libro es sencillamente un objeto que te cabe en la mano, que puedes llevar contigo y leer en cualquier lugar. No necesita más” (Salinas, pág. 79)


La vida en sí


Leer este libro es, obviamente, descubrir a Jaime Salinas. Siempre que leo sobre el franquismo, como bien se ve en este libro, recuerdo lo que he vivido en los últimos diez años y viene a mi mente una cita (perdón por la desmemoria) que decía algo como que "Todas las dictaduras son iguales".  Sé que todas son iguales, las diferencia el grado terrible de muertes y maneras, pero todas hieren.

Entre el franquismo y el chavismo, para mí, se muestra la misma barbarie, el mismo destronamiento cultural, el mismo exilio. Ojo, hago estas afirmaciones irresponsables porque no sé históricamente, con base académica, del franquismo y porque ciertas afirmaciones de Salinas,  no sólo de él sino de otros autores, me hacen pensar en esto.

Cito un par de respuestas que me recuerdan mucho a mi situación actual:

“En el exilio los demás vivían obsesionados con España. Aunque siempre me ha dolido España; parece una fatalidad que nos duela siempre algo”. (Salinas, pág. 156)

“El régimen franquista, a través de la censura y la represión, redujo el nivel cultural de este país a unas cotas inimaginables. (…) Esto un país lo paga muy caro, porque luego hay que empezar de cero”. (Salinas, pág. 157)

“Pero yo, como buen español, nací pesimista. Creía que el franquismo iba a durar muchísimo (no me equivoqué). Incluso creía que después de que muriera Franco lo que seguiría sería algo muy parecido (afortunadamente me equivoqué)”. (Salinas, pág. 195)

El exilio es una condición que, aunque nos cueste entender en todo su significado y nos parezca liviano decirlo, puede ser interna. Tu país duele, duelen sus letras, sus paisajes, estés en él o no, te sientas parte de él o no.

Esta tormenta lleva mucho rato y el libro sirve, a veces, de paraguas. Quizás por eso quiero llevar este paraguas, estas ganas de hacer paraguas, a un sitio donde pueda convertirlo en sombrilla. 

lunes, abril 25, 2016

A modo de aniversario


Cuando decidí partir algo se quebró.
Pequeños fragmentos deambulan por la calle Florida,
leen los cuentos de Saer en voz alta,
acarician libros que mis dedos nunca han tocado.
Saben del invierno y de la primavera.
Hay fragmentos que se detienen a comprar queso en el mercado
y que ya se saben sus nombres.
De este lado está la imagen completa,
la que cuestiona el rumbo y el tiempo,
la que se sabe ida
aunque en todos los sentidos
permanezca.

domingo, enero 17, 2016

Sobre el 2016


He estado leyendo blogs y artículos, intentando hacer un propósito de 2016 saludable, intentando modificar la sustancia inconstante que me compone. Desde que volví de viaje, siento que tengo muchas cosas que contar aunque no sean las más interesantes ni estén magistralmente escritas. Entonces, en una carretera brasileña lo recordé: Historias sobre nada, así se llama esta casa, más deshabitada que poblada de palabras; creada como una válvula de escape, un museo de la -a la- añoranza (lo que es y lo que pudo ser).


En el blog de Marianne encontré un pdf que te ayuda con tus metas y proyectos. Tengo muchas metas trazadas (en mi cabeza), la mayoría no son más que el grito desesperado de lo inconforme, de todo lo que debía ser a los 26 años; entre ellas, el grito atorado de la escritura. Así que mi primera meta corta, siguiendo la filosofía kaizen, es escribir y, escuchando la voz de L/Jota/ el chico donde las estrellas crecen, publicar. 

Publicar en esta casa abandonada hasta que se encarne el poema de Vallejo y quede, como en todo lo que me gusta hacer y lo que amo, el corazón. ¿Escribir sobre qué? Sobre viajes: los libros que leo, los lugares que visito (que espero sean muchos), lo que como, lo que veo. También lo que invento o me hacen inventar. 




Escribir, por ejercicio, por convicción, por salud.



Quería plantear algo con respecto a este tema: siempre que doy clases de escritura creativa (sí, la ironía) propongo ejercicios que me hayan hecho hacer a mí o que me haya inventado sobre la marcha. Quiero invitarlos a ustedes (si hay un ustedes) a que me propongan ejercicios de escritura.


Que el 2016 sea un año positivamente creativo para todos.


...And I'm going to get there

martes, septiembre 01, 2015

Decisiones (o la apología de ser librero)


En los últimos dos años me he tenido que enfrentar constantemente a mis demonios, a esa necesidad absurda de mi psique de ungirme caballero. He descubierto que soy mi dragón -el mismo al que debo enfrentarme-, “tu peor enemigo sos vos”, diría Fito. Y se siente como si fuese un descubrimiento nuevo, a pesar de saber que me estoy regocijando en el agua tibia (aunque Heráclito diría que no nos bañamos dos veces en el mismo río).
Hoy ha llegado el momento de tomar otra decisión. Hace año y medio decidí -o el destino en forma de canto de pájaro lo hizo por mí- ser librero, además, ser librero en uno de los mejores lugares en los que puedes ser librero: El Buscón.
Llegue con mis ánimos lectores al cien por ciento, con la capacidad de aguantar loquitos - que al final también llegaron a la puerta de esta librería- y con muchas ganas de aprender; un año y medio fue suficiente para muchas cosas pero corto para otras. Entendí, entre el proceso de trabajo de grado y el hecho de ser librero, que amar la literatura -querer escribirla, hacerla, editarla, venderla- tiene grandes dosis de altruismo y egoísmo: eres altruista porque te ocupas del otro, de lo que le gusta, de qué le preocupa, qué quiere, y haces gala de ti mismo: de lo que a ti te gusta, de lo que lees –que te describe tan bien-; es porque en algún punto hasta eres un poco adivino, una especie de ilusionista. Eres ese barman que sabe lo que el cliente va a tomar antes de que termine de pedirlo; como me pasó hace poco, cuando alguien buscaba el libro, para regalo, de la “livilidad del ser” y yo saqué la La insoportable levedad del ser porque era obvio y si me preguntas aún no sé cómo explicarlo.
Pero esto se trata un poco de las decisiones, de lo que nos aterra, del espacio de confort .Sí, súper autoayudoso. Durante año y medio estuve en mi isla de Calipso, atrincherada en Paseo Las Mercedes, pensé en irme, en emprender el viaje, pero nada me satisfacía y la isla siempre terminaba llamándome a su centro y en algún punto esa ambivalencia se volvió ritual. Un círculo vicioso, pues.

Yo en mi círculo vicioso.


A partir del 13 de julio, cuando otros procesos estaban por cerrarse, quise salir de casa, a sabiendas de que nunca dejas la casa, de que siempre la llevas, un poco, a cuestas.
Hoy empiezo otro camino, quizás más lleno de espinas que de rosas, donde esos pequeños gestos que hace el lector agradecido –ese calor que te invade el alma a pesar de que llegues a casa con los bolsillos vacíos– sean menos perceptibles o quizás no. Durante el último año aprendí que debes hacer lo que te lastime menos y lo que te enriquezca más –tome ese “enriquecer” en la acepción que usted quiera– aunque para ello debas hacer sacrificios, como abandonar la isla que tiene ambrosía (aunque nunca hayas podido tomarla).
Esta será una nueva aventura y debo iniciarla con esos mismos ánimos de hace año y medio, renovados y maximizados, plegando poco a poco el mapa para tener las metas más cerca.
A toda la gente que conocí en El Buscón, a todo lector agradecido que me hizo el día: infinitas gracias. A El Buscón en sí mismo: me verás volver, de distintas maneras, me verás volver.

Una vez leí algo de un gran librero o quizás él mismo me lo dijo, repitiéndolo como una especie de mantra: una vez que eres librero nunca dejas de ser librero. Yo le agregaría: una vez que eres librero, que lo sientes hasta en los huesos, jamás dejas de serlo. 

jueves, diciembre 11, 2014

10 y 6


"En efecto, Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado. Resolvió reducir cada una de sus jornadas pretéritas a unos setenta mil recuerdos, que definiría luego por cifras. Lo disuadieron dos consideraciones: la conciencia de que la tarea era interminable, la conciencia de que era inútil. Pensó que en la hora de la muerte no habría acabado aún de clasificar todos los recuerdos de la niñez.”
                                                                                         Funes el memorioso, Jorge Luis Borges



No soy Ireneo Funes, no tengo tanta capacidad para redibujar el mundo. Recuerdo muchísimas cosas (las más inútiles) y soy una maniática de las fechas, siempre las celebro, así sean tristes, las recuerdo. A veces parece imprescindible.

Hoy mi memoria rescata dos fechas particulares: el pasado 06 de diciembre se cumplió un año desde que entré a trabajar en la Librería El Buscón, un hecho que ha marcado mi manera de aprehender el mundo y del que hablaré pronto, en otro texto. También se celebrará pronto mi cumpleaños y para iniciar las fiestas, una chica maravillosa –la chica del sueño febril– me regaló una entrada al concierto de Fito. Al final, por cuestiones de coincidencias maravillosas –no existe la casualidad, solo existe lo inevitable– también fue L (L, hace mucho tiempo que no lo llamo así).

El pasado domingo 07, bajo una luna muy similar a aquella luna de la que quiero hablar, Fito Páez volvió a recordarme porqué me encanta, porqué caigo rendida ante el hechizo de su música, porqué sus letras se vuelven mi estandarte.

Nuestro 10 y 6

Era una de las zonas menos agraciada de Caracas (ahora, una de las más peligrosa). Quién sabe cuánto tiempo tenías sin entrar al teatro, yo había ido un par de veces ese año pero nunca al Laboratorio Ana Julia Rojas (creo que nunca volví a ir).  Era miércoles, como hoy.

Los parlamentos correctos (lectura dramatizada de Diálogos con Leucó de Cesare Pavese), el montaje adecuado y mi conversa interna con los dioses. Dionisos y Démeter discutían sobre la muerte, se burlaban un poco pero nos pensaban y yo los entendía.  No recuerdo si fue al salir o al entrar, cuando supe que querías darme un beso y el pánico se apoderó de mis rodillas.

En el murito, con las rodillas contra el pecho, contemplaba el edificio de muchos pisos, la decoración navideña, la luna. No sabía que ese mismo lugar, esta misma ciudad, 6 años después, también me daría pánico pero de manera muy distinta. Quise retrasar el beso, esperar dos días, dejar que los dioses jugaran un rato.

Siempre me imaginé en un teatro, apretando la mano del chico que deseaba, y que también me deseaba a mí, ese 10 se cumplió parte de lo imaginado. Durante 6 años el teatro ha cambiado de forma, de nombre, ahora se llama Teatro Colón, siempre –en mi cabeza– se ha llamado The Globe Theatre, o, simplemente, un montaje callejero en una ciudad fría, donde podamos recordar que los dioses dialogaron, que sus voces nos alcanzaron.



martes, noviembre 25, 2014

Aventuras gastronómicas

Comer para mí es un placer, quizás por ese efecto de gozo al que lo asocio es que me gusta tanto, pero todo tienen una razón de ser: cuando éramos niñas, nuestros padres celebraban cumpleaños, buenas notas, días del niño y otros eventos “especiales”, llevándonos a pasear y eso incluía comer fuera de casa. Mis recuerdos más frecuentes del tiempo pasado con mi padre implican una mesa llena de comida deliciosa, donde –por momentos– se liman las asperezas y se instaura un ambiente de celebración.
La semana pasada comí varias veces en la calle (sí, esa es la razón por la que nunca tengo dinero), una de ellas asociada a una celebración. Sé que son tiempos difíciles y esa manía de comer fuera para celebrar o mejorar mi estado de ánimo, debe terminar. Quizás por eso escribo esto. Quizás quiero rescatar mi experiencia para dejarla aquí, plasmada como algo que realmente me gusta hacer pero que gracias a la situación económica del país no podré hacer más o quizás sólo lo hago para presumir. En fin, he aquí mis apreciaciones sobre los restaurantes que visité la semana pasada.

Restaurante Rialto (18/11/2014)

Ubicado en el tercer piso del Teatro Bolívar, en todo el centro de Caracas y con vista a la Plaza Bolívar, este restaurante ofrece una propuesta gastronómica un tanto diferente a la acostumbrada: con una variedad de platos (una mezcla sabrosa entre platos italianos con sabor venezolano) el menú abre pequeñas pero agradables ventanas al paladar (y una puerta gigante al bolsillo). En éste podemos encontrar como platos principales: tortellini rellenos en salsa de asado negro con tomates cherry, ñoquis de plátano o –el deseado por mi estómago y odiado por mis finanzas– centro de lomito en piedra volcánica; así como degustaciones de tequeños como entrada, la sopa del día y el postre.
Fui a este restaurante con mi mamá porque deseaba conocerlo, imaginando que su costo sería medio ya que se encuentra en el centro, donde laboran cientos de empleados públicos, pero me equivoqué. Los platos principales oscilan entre 400 y 600bs, las entradas entre 250 y 350bs y el postre entre 150 y 250bs.
El lugar es hermoso (eso es indudable), tiene gigantografías de fotografías viejas de cuando la torre fue sede del Últimas Noticias o del gran Cine Rialto, así como una vista hermosísima a la Plaza Bolívar. Los mesoneros visten trajes a la antigua con sombrero de paja y tirantes, prestan una atención esmerada a los comensales (al menos cuando el restaurante está vacío, como fue nuestro caso) y te ofrecen y explican todo lo que hay en el menú. En cuanto al sabor de la comida, puedo objetar que la crema de zanahorias (la entrada que pedí) estaba desabrida y los deditos de salmón que se supone que tenía pues…eran dos trocitos de salmón. No obstante, los platos principales estaban muy ricos (yo pedí unos tortellini y mi mamá un plato muy simple: suprema de pollo con vegetales) pero la ración no era satisfactoria. Rialto ofrece una propuesta gastronómica gourmet y ciertamente la cumple: en preparación pero sobre todo en precios.

Al final, agradecidas por pedir entradas, el mesonero nos insistió en probar el postre del día: así que pedimos para compartir una deliciosa torta tres leches, con la contextura perfecta (algo muy difícil de encontrar en un restaurante); también, nos ofreció una muestra de ponche crema, está vez fue por la casa. Mi mamá y yo quedamos bien (no full pero tampoco con hambre), un poco sorprendidas por los precios y con la imagen de un restaurant que te hace sentir en una Caracas distinta, una Caracas amable y vestida de gala, bailando para tus sentidos.
Tataki Trasnocho y Franca Las Mercedes (20/11/2014)
He ido a Tataki tres veces antes. Decidí celebrar la graduación de mi mejor amiga de la universidad en este restaurante porque me ha parecido delicioso y la relación precio-cantidad-variedad estaba bastante decente; además es un sitio bonito. No voy a decir que fue un fiasco (me sigue gustando mucho sus platos de sushi) pero sí me sorprendió el aumento de precio de la comida, cerca de un 30% en menos de dos meses.


Una deliciosa limonada con granadina

Atrás puede notarse como decoraban


Tataki es un lugar que fusiona la comida perunana y japonesa. Su primera sede está en La Trinidad, nunca he ido. Fui el jueves con cuatro acompañantes, el lugar estaba vacío, se escuchaban gaitas –cosa que a mí no me desagrada– y el personal estaba decorando el lugar (temporada navideña). Al principio, el servicio en mesa fue rápido (las bebidas, las entradas), no obstante, se tardaron un poco con los rolls, aunque debe ser que querían  llevarlos todos al mismo tiempo.


Me gustan mucho los rolls con frutas (en esta ocasión no tenían fresas ni manzanas, sólo mango) y ellos siempre cumplen con hacerlos deliciosos, cosa que se agradece. La temperatura del lugar estaba un poco fría y, a pesar de escuchar que era una celebración, no hubo nada por la casa (una vez que estuve allí le regalaron unas entradas a la cumpleañera). De Tataki me agrada el servicio y la comida, está vez no me agradaron los precios. Una cuenta que sale en casi 1000bs por persona no me parece lo mejor. Es una lástima, quería volver allí para futuras celebraciones. Nunca he pedido postre en este restaurante y, después de una cuenta que ya sabía alta, no me quedaron ganas. Decidimos ir por el postre a uno de nuestros sitios favoritos: la Franca.

De la Franca nunca he podido quejarme: su personal siempre ha sido atento, el sabor de sus comidas es impecable, la relación precio-cantidad está bien (sé muy bien lo difícil que es conseguir los ingredientes para un coffeecake) y es el único sitio al que he ido que ofrece el agua gratis. Suelo pedir un coffeecake de choco-banana o choco-avellana  y nunca me ha decepcionado.

La licenciada pidió un coffeecake de auyama y estaba rebueno; nuestra futura danesa pidió una de zanahoria (también excelente); mi compañero de aventuras uno de choco-avellanas... Se me hace agua la boca al recordarlos. Lo único que puedo objetar en esta aventura fue el papelón con limón, que estaba demasiado dulce para mi gusto.

Pulgares arriba, querida Franca.

Takifugu Sushi (21/11/2014)


Hoy es día del Estudiante Universitario y yo pienso en todo lo que no he logrado. Me he parado con pocas ganas de dar clases, arrastrando la tristeza. Debo llegar a casa para prepararme algo de comer, antes debo hacer una parada. Otra vez recuerdo que para celebrar algo nos llevaban a comer… mi restaurant favorito de sushi se encuentra a dos cuadras. Sé que no tengo nada que celebrar, los fracasos me llueven desde anoche pero no quiero pensar, ni sentir.

Una de mis estudiantes sabe cómo me siento. Llevamos un almuerzo pendiente desde octubre así que decide invitarme. La llevo a Takifugu Sushi.

Este sitio es uno de esos oasis maravillosos y secretos que se encuentran en el centro de Caracas. No es la primera vez que voy, en efecto, Takifugu Sushi se ha convertido en mi lugar favorito: excelente en calidad, normalito en ambiente y barato en precios. Un paraíso para los amantes del sushi.

Ubicado en el tercer piso de la Mega Feria del Centro, al lado de las Galerías Gallo de Oro, ofrece una mediana variedad de platos, entre ellos se encuentran los rolls que tienen topping de frutas (fresas, mango), ceviches, croquetas, tiradito de atún; costando el plato más caro 450bs. El ambiente es de comida rápida: sin mesoneros y un poco ruidoso; no obstante, es bastante agradable para comer. Son eficientes, el sabor es delicioso y si vas después de las 2pm es un lugar más relajado.

Le pido a los dioses que Takifugu Sushi se mantenga en calidad y en precios, también que la próxima vez que lo visite yo me sienta bien y pueda seguir evangelizando a través de la literatura y el sushi.



Eso es todo, amigos.

PS: Les debo fotos de los diferentes sitios porque realmente no sabía que iba a escribir esto jejeje

domingo, noviembre 09, 2014

Epidemia


   Epidemia: compuesta de ἐπι (sobre) y δημία (pueblo). Enfermedad que se propaga durante algún tiempo por un país, acometiendo simultáneamente a gran número de personas.

Llevo escribiendo esto aproximadamente dos meses.  Es un texto personal (confesional, como todo lo que escribo), ya que muchas cosas pasan por mi cabeza, muchas cosas pasan en el mundo. Quizás por eso no tenga la ilación necesaria.

Pienso en la palabra epidemia, pienso en septiembre y en mi abuelo y en el suicidio. En las decisiones que he tomado en los últimos dos meses.

Siempre le digo a mis estudiantes que no importa lo que escribamos, somos testigos de nuestra época y por eso hay que tener responsabilidad para contar nuestra versión de la historia. Siempre les repito lo subjetivos que somos cuando el episodio a narrar es muy nuestro, pero no por eso hay que descuidar el lenguaje. Y aquí estoy, recordándome mis propias premisas para no hacerlo mal, tan mal.

I

En septiembre estuve enferma. Desperté el 24 en la madrugada, con mucha fiebre (casi 40) y, luego de unos resultados de sangre desalentadores que me entregaron el lunes 21, me frikee y preferí ir al médico. No tengo seguro así que terminé en el Distrito Sanitario N° 4 – la Sanidad de El Valle.

Debo acotar varias cosas: 1) Mucha gente a la que he apreciado a lo largo de mi vida trabaja o trabajó allí y 2) a mediados de los noventas los médicos que allí laboraban eran muy buenos médicos. Así que llego, mi fiebre va bajando gracias a dos antigripales y  puedo prestarle atención a la gente que tengo alrededor: hay gente con erupciones, los ojos hundidos, con dolores y una doñita, como de 60 años, tiene pinta de no haber dormido en toda la noche.

Sale la primera enfermera y toca a la doñita, le dice que en efecto tiene dengue, que su conteo de plaquetas está muy bajo, que debe irse a descansar y no permitir que la hospitalicen. Sí, que no permita que la hospitalicen (como si la mente le diese permiso al cuerpo para enfermarse o curarse). Alguien dice “Estaba aquí desde las 8”. Son las 11.

Sale la segunda enfermera y dice: “ya el doctor los va a atender. Hemos atendido 91 pacientes y 20 han sido casos de dengue o chikungunya. No nos damos abasto.” Y yo pensando en que sólo tengo fiebre, dolor en las rodillas, que tengo miedo y que, gracias a Dios, tengo quien me cuide. Así transcurren un par de horas y un médico me revisa (hace un buen examen físico), por los síntomas dice que puede ser el virus, me manda a hacer unos exámenes y una semana de  reposo.  Al salir veo las caras angustiadas que esperan.

Voy dos días después a tomarme la sangre en el mismo sitio. Un cartel me advierte que sólo hay una persona para extraer la sangre y que debo tener mi propia inyectadora (a la otra chica de laboratorio le dio chikungunya). Pienso nuevamente en el desabastecimiento en los anaqueles (medicinas, alimentos, productos) y el abastecimiento de pacientes en los hospitales.

II

Mi abuelo está enfermo. Por los resultados tiene dengue.

Mi abuelo, por decisión individual y aspectos personales, nunca quiso vivir con nosotras. Lleva tres días sin salir, con dolor en las articulaciones y fiebre. Para ir a su casa hay que agarrar una camionetica, subir un montón de escaleras, cruzar la Panamericana y subir otras escaleras. Al entrar a la sala me doy cuenta que las cuatro paredes son ideales para criar zancudos: no hay más que dos ventanas pequeñas, una sola lámpara y las paredes están pintadas de un color oscuro; al sentarme en el sofá noto el vuelo de los zancudos sobre la poltrona. El baño tampoco está muy bien: hay un charco de agua que sale del conjunto y se mantiene en el piso. Mi abuelo, en su terquedad, no quiere abandonar ni el espacio en el que vive, ni la señora con la que vive. Lo entiendo. Esa es su decisión y, aunque puedan haber maneras de convencerlo, él va a decir que no (o eso me repito).

En su casa todos son chavistas, incluyéndole, y el señor que nos abre la puerta dice “Yo no creo que esos sean zancudos, eso es una nube que explotaron porque no puede ser que haya tanta gente enferma, pero no es que no quieren decir nada”. Yo pienso en su ignorancia, en el señalamiento de que el lugar en el que está parado es un paraíso para los zancudos, en las estadísticas de la Organización Mundial para la Salud. Pienso en el cólera en 1995, en el brote de Hepatitis B a finales del 2000, en el dengue y ahora en la chikungunya. 

No, señor, esto es una epidemia. Una epidemia no reconocida por un gobierno que nunca ha sabido prever, controlar, actuar y resolver las cosas.

III

Nuevamente la palabra epidemia.

En los últimos 3 meses se suicidaron 2 personas que estudiaron lo mismo que yo (Letras), una de ellas graduada y la otra por terminar. Gracias a estos eventos me he enterado de varios casos (conocidos de conocidos) de suicidios. La tristeza es una epidemia.

Si bien no son casos frecuentes, pienso en Ortega & Gasset, en su frase "Soy yo y mi circunstancia" y en que en mi circunstancia han entrado nuevas variables, entre ellas: el suicidio de otros, el/la chinkugunya, el dengue, el desped(irse). Todas, para mí, parte de lo mismo: de situaciones para las que no estamos preparados, de momentos que no tendrían que terminar así, en la mayoría de los casos, de desazón.

Quisiera hallar la causa. A veces pienso que estoy echándole la culpa al gobierno, quizás sea así. Nuestra  situación parece un juego de ajedrez donde nuestros movimientos dependen de los movimientos del poder (el gobierno y sus políticas sobre salud; el jefe y el aumento de sueldo, y responsabilidades; el instinto; los monstruos y sus mensajes constantes, el apoderamiento de la sombra) y realmente no somos tan buenos estrategas.

IV


Epidemia: este malestar que se siente al pararse en cualquier sitio y pensar "abandonad aquí toda esperanza".

Imagen que vi en Facebook, tomé la primera que arrojó google.