viernes, abril 19, 2013

Escribo para no enloquecer


Escribo para no enloquecer.
Mis ojos observan el escenario en busca de un acierto.
Tenso la cuerda con la que amarro mi grito
para que éste sepa que debe ahogarse,
para que entienda que así se siente hoy
                                                 el pacifismo.

Escribo para no enloquecer,
para darle a mi arrechera otros adjetivos
a ver si así disminuye;
la llamo impotencia, frustración, molestia,
no quiero denominarla “odio”
porque eso nos separa a uno de los otros.

Quiero que mi arrechera haga algo,
Quiero que  suene, que retumbe,
quiero que sea el rugido ensordecedor
                         de los desatendidos.
Que haga caer un gobierno.

Mi arrechera quiere dejar de ser un número,
una estadística virtual,
un tweet o un estado en Facebook.
Quiere ser el impulso visceral que abre los ojos,
que abre la puerta a la alegría y el dolor,
que todo entre y todo salga
porque aquí hay igualdad y pluralidad.

Escribo para no enloquecer
pero
¿cómo hace uno para organizar
esto que bulle desde dentro?

sábado, abril 13, 2013

Esto no es una carta de amor


Escribo cartas de amor desde que tengo memoria: a un ídolo infantil, a mi amor platónico, a mi perro, a mi madre, a mis amigos, a ti.

Escribo cartas de amor –ahora mails, mensajitos de texto, entradas en un blog, estados y notas de facebook- porque no concibo un mundo donde intentar definir, cercar, expresar un sentimiento no sea posible. La palabra es memoria y libertad.

Vuelvo a este blog con lo que se supone será una carta de amor o una de regreso o una de despedida. Uno nunca sabe muy bien donde van a terminar las cartas de amor o las palabras que la forman. Escribo, insisto, por un no sé qué que uno lleva dentro y que me hace regresar a este espacio para demostrar que hay promesas que sí se cumplen. Cosas de caballeros, dicen.
Dejé de publicar hace dos años por miedo, por la falsa creencia de no lectores, por excusas tontas como el tiempo. Cronos, invención del hombre, nos fastidia continuamente.  Y hoy regreso con la intención de escribir una carta de amor.

Quiero decir en una frase todo lo que sucede cuando me miras, todo lo que se rompe cuando imagino tu ausencia pero no puedo. Una vez, hablando de Rilke en una clase, la profesora María Fernanda dijo –voy a parafrasear-  “No escriban poemas de amor si no pueden convertir al sujeto amoroso en la Beatriz de Dante: todas las mujeres que amamos son nuestra Beatrice”,  dijo  -o eso entendí- que no podíamos escribir poemas de amor si no convertíamos nuestro poema en algo universal, capaz de conmover incluso a los que no se enamoran (o eso dicen ellos).

Llevo más de cuatro años escribiendo poemas de amor y, hace un tiempo, empezó a perseguirme la idea de que mis poemas no representaban  el amor (universal, indiscreto, doloroso y real), sólo representaba lo que nos inmiscuía a nosotros, lo que corresponde a dos amantes, como diría el Sr. Montejo. Quizás por eso decirte que me duele el alma cuando te imagino lejos o que tiemblo cuando me abrazas sea algo imposible de escribir. No recomendaría a nadie que dejase de escribir poemas de amor pero sí le diría: guárdatelos un rato, deja que la emoción pase y léelos otra vez. Yo jamás publicaría poemas de amor que escribí hace 10 años.

Escribir, cuando realmente es un oficio del que se tiene conciencia, es algo complicadamente difícil (por no decir “escoñetadamente”, palabra que hiere un poco nuestro idioma). Escribir cartas de amor debe ser aún más complejo, así como escribir poemas de amor, quizás por ello haya decido abandonar este espacio. Mis versos, o lo que ellos quisieran ser, no llegan jamás a la marea de emociones que surgen cuando leemos “Toda mujer que amamos se vuelve Manoa/ sin darnos cuenta.”  del gran Montejo o “Estar contigo o no estar contigo,/es la medida de mi tiempo” de Borges. Hay demasiados poemas que podría dedicarte, cada vez que hallo uno siento que redescubro el mundo, lo mismo pasa con las canciones, con los fragmentos. Creo que aún no encuentro fotografías de otros que pudiera dedicarte, quizás amo demasiado la palabra.

En fin, quería escribir una carta de amor, algo que dijese  “Those three words/ Are said too much/ They're not enough” o que mi vida empezó justo cuando te acercaste y no me saludaste, todas esas cosas melodramáticas que cualquier buen escritor destetaría y cualquier físico contraargumentaría. Así que solo digo: acá está mi blog y volveré a escribir en él, no sé si poemas de amor o poemas que intenten ser, pero escribiré porque "la poesía es la última religión que nos queda".

jueves, marzo 08, 2012

No entiendo

Cuando el miedo se transforma en llanto el sueño se aleja.
Grito ¡TE NECESITO!
No encontrarte me mata.

martes, febrero 14, 2012

Amar


Imagen de: http://bit.ly/ycERom


Desempolvo mis palabras,
mis manos no sirven para crear,
torpemente escribo,
tratando de exprimir significados,
tratando de encontrar el verbo de la inmortalidad

Conjugo amar,
negándome al pretérito
deslizando mis manos por el vocablo
como si fuera un cuerpo,
tu cuerpo.
Mi lengua saborea su gerundio,
estar en esa condición 
                    - siempre amando,
es como debería ser la vida

Contigo
puedo saltar del imperfecto al futuro,
jugando con el condicional.
El verbo se hace carne en el instante de la existencia,
en el abrazo infinito que el tiempo puede medir,
pero que la memoria hará eterno.


viernes, diciembre 16, 2011

Sakura


para ti

Llegaste definitivamente en el invierno,
aunque en este país tropical el invierno no exista.
Brotaste del destino
como un suspiro, una lágrima o un sueño,
deslumbrándome con tu belleza,
tambaleándome el piso.

Sakura,
mi buena fortuna,
estación de cambio.

El árbol ha mudado la flor,
pero en nuevos gestos la corola reaparece

Tus besos,
                Primavera en instantes.
Tus caricias,
                Verano en la piel.
Tu ausencia,
                Otoño nostálgico.
Tú,
                Mi mundo,
                Mi universo
Miles de galaxias reflejándose en tus ojos.

Sakura,
Mi buena fortuna,
The men I love





















miércoles, septiembre 28, 2011

domingo, agosto 21, 2011

Divagaciones: Permítaseme ser cursi


El amor no es una carrera contra el tiempo. Los amantes miden a cronos para regocijarse, enorgullecerse de ese sentimiento que crece con el paso de los días, que tiene bajas y altas. Podría decirse que el amor es como una montaña: tiene partes accidentadas, cambios de clima, puede darte miedo o brindarte un increíble bienestar, darte seguridad y paz.

Todos los seres humanos comparamos el amor con cosas tangibles, comparamos su proceso, sus maneras, con casi todo; el amor puede ser un mar revoltoso en noches de luna llena o mar calmado, pacífico, puede ser un camino con curvas, un jardín, un cielo… Vivimos la vida comparando el amor porque no podemos definirlo, nos arrebata palabras e incluso gestos. También vivimos trazándonos metas, imaginándonos el futuro, el final de todo… Sin embargo, deseamos y esperamos que el amor sea para siempre, que no muera, demostrándonos que somos inevitablemente contradictorios.

Decía al comienzo que el amor no es una carrera, no posee un final estipulado que deseemos alcanzar, al menos que busquemos la felicidad absoluta y bien sabemos que es imposible conseguirla –no conozco a ningún muerto que se haya regresado para decir que la conoció-. Si continúo con mi imagen de la montaña comprendo que lo importante es no dejar que nuestra montaña muera: muchas veces es difícil mantenerla en pie, respirando o en movimiento pero debemos cuidarla, evitar la desforestación, confiar en su terreno, crear senderos con el paso del tiempo, hacerla fuerte en su base –que ni un terremoto pueda arrancarla de la tierra- pero flexible a los cambios de ambiente. Sabemos que la vida no nos va a ayudar, que es demasiado complicada, pero debemos recordar que para eso existen las montañas: para darnos calma en momentos de angustia, para que con una mirada baste.

Todo esta perorata tiene como fin explícito declarar mi alegría por vivir en esta montaña, que algunas veces puede ser rusa, el Everest o el Monte Olimpo, que se ve reflejada en tu actitud cuando vamos al Ávila y siento que ya no puedo más, pero sé que tu cuerpo entero está allí para apoyarme, para sostenerme. Gracias por ayudarme a crear esta maravillosa montaña, nuestra montaña.