jueves, octubre 22, 2009

Ensoñaciones confesas de un nocturno







Me acosté con una enorme sonrisa en el rostro; porque con nosotros hasta los silencios son cómodos y las largas conversaciones telefónicas son una fascinación que solo podrá ser reemplazada por conversaciones de frente, donde los besos se usen para acallar al otro y el roce disimulado entre las manos mientras se habla sea algo tangible. Sí, me acosté con una gran sonrisa en el rostro: no sé cuánto tiempo sea así de perfecto, si será lo suficientemente largo (para siempre) o si sólo estoy viviendo una realidad soñada que al amanecer se esfumará por completo, no lo sé, algunas veces me da miedo, me desespero ante la imagen desapareciendo; desde el primer día brotan lagrimas si pienso que me tengo que alejar…no puedo, no quiero, no quiero. Pero está noche me dormí, no sólo con la sensación de que las cosas serán cada vez mejores sino con la idea fija de que lo primero que mis ojos verán al amanecer serán sus ojos cerrados, su presencia que me mata, que me enloquece, que me llena.




Me acerque demasiado, la tv estaba encendida y sus ojos habían estado fijos en ella durante los últimos 2 minutos, sé que tenía que controlarme, que nos interesaba demasiado lo que veíamos y, aún así, el deseo era algo incontrolable. La forma de sus labios, el color, el hálito que se escapaba ante mi cercanía -es ese tipo de “prueba de fuego” ante la que siempre caemos – y mi mirada que pasaba de sus ojos a sus labios y de sus labios a sus ojos, buscando el arrebato de locura, deseando con desesperación un beso, anhelando con fiereza morder su labio inferior y sentir como nos robamos el aliento… Así que lo hice: maté los 10 centímetros que nos separaban y lo bese.


Jugué con su cabello entre mis dedos, sentí latir su corazón contra mi pecho, el roce de sus caricias hacía palpitar cada una de las capas de mi piel y el olor de su cuello…el olor delirante de su cuello, me trastornaba: mis labios buscaron contacto con esa parte de su cuerpo, mis dientes se hincaron en él, mi lengua lo recorrió, saboreándolo; cual vampiro sediento, mi cuerpo gritaba por el suyo y mi cerebro (mintiéndome, quizás), me repetía que no solamente era una cuestión de hormonas, de satisfacción y por más ridículo que suene, es la sensación de complementación, el reclamo de esa parte que algún dios caprichoso arranco de mí. Poco a poco no quedo ninguna pequeña parte de su piel que no fuese besada, tocada, acariciada, reconocida por mis sentidos. La exquisitez de sus hombros blancos, el contacto entre mis dedos y ellos, entre mi lengua y esa parte de su cuerpo, la sensación de sus besos en mi piel, la forma en que sus manos recorren mi ser…


… Quizás sea demasiado físico. Sé que es difícil diferenciar algo emocional en un evento tan animal, pero la sensación de desnudez del alma -con las luces prendidas- viene precedida por la desnudez física: cuando ya no temes quitártelo todo y das lo mejor de ti, con ropa o sin ella, cuando te atreves a decir “déjame tomar aire” mientras lloras (y la otra persona lo sabe) al otro lado del teléfono o cuando en un abrazo piensas under your arms feels like home, simplemente lo sabes. SABES, SIENTES, QUIERES Y PIENSAS que lo que más te gustaría en el mundo sería acostarte a su lado y despertarte junto a él.




Esta mañana me desperté con una enorme sonrisa en el rostro. Había soñado con él, lo había visto sonreír antes de que se quedase profundamente dormido, conmigo entre sus brazos.

1 comentario:

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